En ocasiones la fórmula básica de Goleman de la autogestión emocional parece no alcanzar o ser casi imposible de lograr.
Alcanzamos a identificar que hay ciertos escenarios en los que algún estímulo descencadena una serie de respuestas automáticas, que generalmente son incómodas, indeseables y tienden a provocar conductas y resultados desagradables.
Es importante reconocer nuestros principales condicionamientos asociados a esa emoción e identificar en el nivel en el que se encuentran. Algunos a nivel superficial (recuerdos, imágenes, eventos muy “frescos” de aquello que sucedió), luego encontramos ambientes más generalizados en donde se nos enseñó que equivocarnos era malo, que enojarnos, que sentirnos avergonzados o melancólicos eran estados indeseables y estos ambientes están relacionados con un complejo más intrincado de mensajes directos o indirectos que recibimos a lo largo de nuestra crianza.
Finalmente encontramos los niveles más profundos, más intrincados de explicar, aquellos en el inconsciente, que provocaron en el pasado formas limitadas o parciales de cómo entender la realidad, las personas o los contextos que nos toca vivir.
En estos escenarios es necesario ayudarnos de un profesional, de un terapeuta, que nos ayude a la identificación y a la transformación de los contenidos de nuestra mente para favorecer, con ello también, la gestión emocional.
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